jueves, 27 de noviembre de 2008

´Reproducción y opinión acerca de un artículo de César Vidal.


Nunca he comulgado con el pensamiento de César Vidal, aunque me parece un hombre muy sabio, pero que no sabe canalizar esa sabiduría; y aunque no comparta ni el 80% de su pensamiento -más concretamente no comparto su forma de expresarlo, siempre a la ofensiva, atacando e insultando en la mayor parte de las veces-, la verdad es que me gusta leer la mayor parte de sus artículos, que es en verdad donde deja entrever su capacidad de síntesis histórica. Navegando por la red, me encontré casualmente con éste artículo suyo sobre la izquierda. Pero la izquierda dañina, no la parte de la izquierda que yo creo que me representa. Hablo de la izquierda de figuras como Fidel, Stalin, la Revolución Sandinista en Nicaragüa... Hasta hace relativamente poco, yo compartí el anhelo de revolución que yo creo todo jóven debe experimentar. La verdad es que yo era un revolucionario bastante romántico y cuando empece a leer y a instruirme sobre éste tema, me llevé una gran decepción. Aprendí por testimonios que en los países comunistas vivían bien los mismo de siempre y mal los de siempre también. Yo, que siempre me identificaré con el pueblo trabajador, porque trabajadores son mis padres, lo han sido mis abuelos y lo son la mayoría de los españoles, me defraudé tanto que dí gracias por no haber vivido una Revolución en primera persona y haber asistido a sus consecuencias. Un idealista como yo jamás lo habría soportado. Y esto lo digo sinceramente. La izquierda revolucionario murió en París, en 1968 y la izquierda que debemos aupar ahora es la izquierda de la famosa Tercera Vía que al fin y al cabo es el Socialismo del S. XXI. Prefiero que como socialista se me recuerde como a un cobarde que como a un Stalin. Ésto tampoco quiere decir que mis ideales políticos caigan en manos del liberalismo únicamente. Aunque si haya abrazado algunos de sus principios soy totalmente contrario a una privatización de la Sanidad y de la Educación, por ejemplo. Creo que dos derechos fundamentales del individuo como son estos dos citados anteriormente son demasiado importantes como para convertirlos en un negocio o en una especulación, porque el Estado no lo es todo, pero tampoco lo es todo el individuo.

Bueno, y ahora, sin extenderme más, aquí les dejo el mencionado artículo de César Vidal. Hay que decir también que no comparto algunos de sus puntos, pero en gran parte lo que cita,sobre todo sus experiencias con los regímenes totalitarios de ¿¿izquierdas?? no tienen desperdicio. Discrepo sobre todo con los puntos tocantes a la cultura de izquierdas, a la que señala de nula, ya que la izquierda ha tenido grandes representantes dentro de ese gran mundo que es el arte (pongamos de ejemplo a Federico García Lorca, Miguel Hernández, Sartre, Picasso...)

Espero que sea de su agradoy dejen sus comentarios respetando, como siempre, la opinión y la libertad de cada a cual a expresarse libremente.

Un cordial saludo de vuestro amigo.


Alberto Estévez.




De manera más o menos difusa, me identificaba con el modelo socialdemócrata sueco, el de una izquierda supuestamente democrática, neutral y pacifista en el plano internacional y partidaria de todas las causas que yo consideraba nobles. Por supuesto, me entusiasmé como tantos –tantísimos– otros con la revolución sandinista en Nicaragua. A mi juicio, aquella era una clara manifestación de que todavía las revoluciones resultaban posibles, de que un pequeño David revolucionario podría enfrentarse con el terrible Goliat yanqui y de que era viable un sistema socialista con pluralidad de partidos y sin depender de la URSS o de China. Mi entusiasmo por la experiencia sandinista duró justo hasta que visité Nicaragua. Porque lo que descubrí en el país centroamericano fue una dictadura no por sutil menos repugnante que la soviética. Los sandinistas oprimían al pueblo de la misma manera cruel y despiadada que mis odiados esbirros de la NKVD y el KGB. Habían creado un sistema en el que la Nomenklatura –como siempre– disfrutaba de lo mejor mientras el pueblo pasaba hambre, eso sí, atiborrado a todas horas de una propaganda estúpida que les convencía de que sus miserias no se debían a las pésimas consecuencias del socialismo sino a la acción del imperialismo. A la asfixiante falta de libertad y al torrente de la efectiva propaganda para subnormales –nunca había yo vivido nada semejante, ni siquiera en la España de Franco– se sumaba la creación de un sistema en el que podían existir otros partidos políticos, pero sin que semejante circunstancia significara nada, porque todo el control estaba en manos de los sandinistas. Ah, y de tercera vía, nada de nada. Las únicas publicaciones que se veían en Nicaragua eran de origen soviético y los colaboradores eran gente, mayoritariamente, procedente de las dictaduras del Pacto de Varsovia. Aquello era lo denunciado por Solzhenitsyn, pero más sutil.Harto y asqueado de la experiencia nicaragüense, estaba yo mostrando mi pasaporte en el aeropuerto de Managua cuando escuché detrás de mí una voz cuyo acento era español y quizá incluso de Madrid. Me giré sobre mí mismo y le pregunté al respecto. Efectivamente, era español. La espera se adivinaba larga y, en la soledad de la sala, comenzó a contarme su experiencia. Había pasado las últimas semanas colaborando con el gobierno sandinista. Su salario lo pagaba en dólares una comunidad autónoma, aunque, en teoría, aquel era un proyecto clandestino que no debía conocerse. Y, tras revelarme el secreto de su misión, comenzó a cantarme las loas de la revolución sandinista que él había vivido situado en las alturas del poder. Soporté con paciencia aquel chorro de propaganda, hasta que, al final, el enviado clandestino de un gobierno autonómico progre me hizo referencia a lo barata que era la vida en Nicaragua. Había yo sufrido con el pueblo la miseria literal ocasionada por el socialismo nicaragüense, y aquella referencia a lo fácil de la existencia encendió en mí una luz de alarma. "Anoche", me dijo entusiasmado, "fuimos a comer seis personas a … Unos camarones, unos filetes, unas cervecitas y nos costó … Vamos, por eso, en España no cena ni una persona". Tuve que hacer un serio esfuerzo para no acordarme de la madre que había traído al mundo a mi interlocutor, al presidente autonómico que lo financiaba y al mismísimo Karl Marx. Por el contrario, con el tono más sosegado posible, le dije: "O sea, ¿que la cena de cada uno de ustedes costó algo más de seis meses de salario de un obrero nicaragüense?". Nuestra conversación no duró mucho más –salió él para La Habana y yo para Bogotá–, pero creo que había quedado de manifiesto lo que era la izquierda, lo que siempre ha sido la izquierda. Mientras la gente de abajo padece el hambre, la opresión y la falta de libertad, la Nomenklatura vive de una manera que hubieran envidiado muchos burgueses. Al mismo tiempo, no faltan gobiernos occidentales que desvían fondos de los contribuyentes para sustentar dictaduras de cuyas mieles disfrutan en viajes organizados que los convencen de las virtudes de la revolución, cuando en realidad tan sólo sirven a la tiranía. En los años siguientes viví experiencias semejantes una y otra vez.Sin embargo, aquel viaje a Nicaragua no significó todavía la ruptura. Sí lo fue –para disgusto de mis amigos– el final de mi apoyo a personajes repugnantes como Daniel Ortega o Fidel Castro, pero todavía conservaba una tibia fe en que la izquierda en España podía ser diferente. Aquí debo agradecer a Felipe González y sus años de gobierno socialista que me permitieran ver la luz. El legado de aquella izquierda fue la corrupción más espectacular de la historia de España, una gestión económica deplorable vinculada a millones de parados, un intento encarnizado de domesticar las libertades lo mismo vulnerando la independencia del poder judicial que acosando a los medios de comunicación independientes y un desprecio absoluto por la legalidad que tuvo, entre otras consecuencias, la articulación del terrorismo de Estado de los GAL.La realidad de España, a decir verdad, era mucho peor, pero por aquel entonces yo sólo veía aquello y me empeñé –con la misma cerrilidad que el creyente al que la fe se le desmorona porque carece de base– en considerar que el problema no era la izquierda sino esta izquierda. Fue precisamente en esa época cuando conocí a algunos de los elementos críticos del PSOE –críticos precisamente con Felipe González– que, supuestamente, podían cambiar todo. La experiencia duró unos meses, y de ella salí definitivamente convencido de que no es que la izquierda tuviera problemas, sino que el problema era la izquierda. No sabría decir si llegué a esa conclusión al ver, por ejemplo, que consideraban a Santiago Carrillo un héroe; al comprobar que eran incapaces de ver que la renovación pasaba por algo similar a Tony Blair o al percatarme de que su mensaje no era sustancialmente distinto al de Felipe González, aunque, eso sí, ellos no tenían el poder y lo deseaban.Mi ruptura definitiva con la izquierda se produjo, así, de manera nada traumática ni dolorosa. Fue como la ruptura de una soga cuyos hilos se hubieran visto segados poco a poco, y cuando el último se soltó sentí únicamente que había sucedido lo que tenía que suceder. A esas alturas, mis razones para romper eran las mismas que ahora y estaban formuladas con la misma contundencia en mi mente, aunque todavía no expresadas con tanta nitidez por escrito como en los últimos años.En primer lugar, rompí con la izquierda porque amo la libertad. El amor por la libertad forma parte de mi carácter por diversas razones. Entre ellas se encuentran la pertenencia a una minoría religiosa que ha sufrido durante siglos la persecución y la intolerancia; la pasión por escribir o el deseo de analizar sin cortapisas el mundo que me rodea. Para todas y cada una de esas facetas esenciales de mi vida necesito la libertad, y lo cierto es que los grandes proyectos totalitarios de la Historia han sido socialistas. No se trata únicamente de que el primer Estado totalitario de la Historia fuera levantado por los bolcheviques, sino de que el mismo fascismo fue un proyecto socialista. Durante los años veinte, los Estados más intervencionistas eran la URSS de Stalin y la Italia fascista de Mussolini, y nunca me resultó sorprendente que Hayek señalara que el nacionalsocialismo alemán, lejos de ser derechista, era tan sólo otro modelo socialista que se parecía enormemente al soviético. El propio Mussolini lo dejó claro ya en los años veinte, cuando señaló que el fascismo sólo era un socialismo nacional. Si la gente supiera historia, se percataría de hasta qué punto las políticas socialistas y socialdemócratas de la posguerra son tributarias del fascismo italiano, y hasta qué punto no pocos de los supuestos proyectos progres de ZP fueron antecedidos por medidas legales impulsadas por el propio Hitler. En todos y cada uno de los casos, la izquierda pretende tutelar y dirigir la vida de los demás desde el nacimiento –¡y antes!– hasta la tumba. Sin duda, la perspectiva resulta atrayente para muchos. Para mí, se dibuja escalofriante.En segundo lugar, abandoné la izquierda porque creo en el individuo. Personalmente, estoy convencido de que el sujeto de derechos es el ser humano como individuo, y no la raza, el sexo o las circunstancias médicas. A decir verdad, la Historia muestra que los derechos individuales son los mimbres de la libertad, y que cuando se cercenan –como en el caso de la izquierda– la libertad se ve amenazada, si es que no desaparece. En términos generales, creo que el individuo sabe dar mejor uso a su dinero que el burócrata que decide quitárselo para utilizarlo en sus fines; creo que el individuo sabe educar mejor a sus hijos que el burócrata que decide adoctrinarlos y creo que el individuo gusta más de la libertad de lo que el burócrata está dispuesto a concederle. Lamentablemente, la izquierda está convencida de que sabe mejor que nosotros cómo debemos gastar nuestro dinero, cómo debemos educar a nuestros hijos e incluso cómo debemos emplear nuestro tiempo libre, y a mí esa vocación liberticida de la izquierda me resulta totalmente insoportable.En tercer lugar, abandoné la izquierda porque creo en la justicia. Me consta –yo fui uno de los infelices– que, históricamente, la izquierda ha captado a no pocos de sus fieles predicando la justicia. Al hacerlo, no ha pasado de representar el papel de falso profeta. Pocas ideologías hay más injustas que las de izquierda. De entrada, la justicia, por definición, debe dar a cada uno lo suyo, y además debe comportarse con todos de manera igual e imparcial, es decir, debe actuar de manera diametralmente opuesta a como pretende la izquierda. Y es que la izquierda siempre ha creído en una justicia que trate a los seres humanos de manera desigual, apelando a artificios como la justicia de clase o la discriminación positiva. En un ejemplo de dislate jurídico, el Tribunal Constitucional español ha resuelto hace unos meses que es correcta una ley que castiga por el mismo delito de manera desigual a hombres y a mujeres. Saltando por encima de los Bills of Rights del derecho anglosajón y de las constituciones liberales, el Tribunal Constitucional ha regresado a Hammurabi, que también consideraba que las penas no podían ser iguales para todos los seres humanos.Por si esto –que ya de por sí es muy grave– fuera poco, la izquierda tampoco da a cada uno lo suyo. Por el contrario, despoja –el término es del propio Marx– a unos para dárselo a otros. Las imágenes que surgen al decir esto son las de campesinos que reciben las tierras de los latifundistas o las de inquilinos que se quedan con los pisos de los propietarios. Semejantes realidades resultarían ya discutibles, siquiera porque no se termina de ver la justicia de que se prive del fruto de su trabajo –unos pisos o unas tierras– a un ciudadano para dárselo a otros pero es que, para colmo, la izquierda tampoco ha actuado tan generosamente nunca. Por el contrario, se ha limitado –en las dictaduras– a robar a unos para colocar el fruto del expolio bajo el control de una Nomenklatura que actuaba, supuestamente, en beneficio del pueblo. En Rusia nunca se repartieron tierras a los campesinos. Por el contrario, los bolcheviques se hicieron con la tierra, ligaron a ella a los campesinos con una dureza más cruel que la de los zares y, acto seguido, gracias a la incompetencia socialista en la gestión de la economía, causaron la muerte por hambre de millones de personas, algo desconocido en la Historia rusa. En las naciones occidentales, el sistema de despojo ha sido más sutil. Por ejemplo, el contribuyente de las clases medias se ve aplastado por los impuestos para que los titiriteros progres cobren sustanciosos contratos pagados con esos mismos impuestos. Se despoja a los trabajadores para enriquecer a la Nomenklatura y a sus paniaguados. Demos gracias a Dios de que, al menos, no existe el gulag, aunque es innegable que sí existe una injusticia mantenida de forma sistemática.En cuarto lugar, dejé la izquierda porque creo en el esfuerzo personal y en la excelencia. Lejos de sentirme satisfecho con el mundo en el que vivo, estoy convencido de que muchas cosas han de cambiar, pero para que puedan cambiar a mejor, nosotros hemos de ser mejores, es decir, exactamente lo contrario de lo propugnado por la izquierda. En su afán por controlar nuestra vida desde el claustro materno hasta después de la muerte, la izquierda está empeñada en crear un sistema igualitarista que no afecte, por supuesto, a los miembros de la Nomenklatura. Uno de los terrenos donde se percibe con más claridad semejante perversión es el educativo. Como sabemos no pocos por experiencia, la buena educación es el único camino que permite a los hijos de familias humildes salir de su estrato social y progresar. La izquierda, con su empeño en conformar la educación no de acuerdo a criterios de excelencia sino de igualitarismo, ha cegado ese camino a millones de niños y jóvenes. La educación que reciben en centros públicos es mala, sectaria y deficiente, pero, por añadidura, es una educación diluida y aguada para que hasta el más tonto y el más vago pueda sacar un título. No siempre se consigue esta última meta, pero, por regla general, sí se logra apartar a no pocos de los mejores del camino hacia el éxito. Por supuesto, los miembros de la Nomenklatura –los que han creado ese sistema que persigue por definición la excelencia– no son tan estúpidos como para convertir a sus hijos y allegados en víctimas de sus acciones. Recuérdese que en España los ministros socialistas no llevan a sus hijos a los centros públicos que sufren las consecuencias de sus actos, sino a elitistas centros privados. De nuevo, la igualdad y la justicia son trituradas por el igualitarismo de la izquierda.En quinto lugar, abandoné la izquierda porque creo en la inteligencia y en la belleza. A pesar de que la propaganda de la izquierda insiste en lo contrario, la izquierda ha demostrado una pasmosa incapacidad para crear algo bello y, a la vez, inteligente a lo largo de su dilatada Historia. Cuando ha sido inteligente, no ha solido pasar de la categoría de agitación y propaganda y la belleza, por regla general, ha brillado por su ausencia… a menos que consideremos bella una composición tan cursi e idiota como ésa de "el sable del coronel. Cierra la muralla". Todo eso por no hablar del dinero de nuestros impuestos gastado a raudales en gente de la farándula de la más dudosa calidad artística. El hecho de que Miguel Ángel, Cervantes, Beethoven o Shakespeare salieran adelante –y crearan obras geniales– sin pertenecer a la izquierda ni cobrar subvenciones debería llevarnos a reflexionar. El hecho de que la izquierda, a pesar del dinero de los demás que ha gastado en ello y a pesar de su supuesta superioridad moral, no haya tenido un Bach, un Goethe o un Velázquez, sino, como mucho, algunos compañeros de viaje, da para pensar, y mucho. Sin embargo, no resulta tan extraño. Cuando no se busca el talento ni la excelencia, cuando se prima la sumisión a las consignas, cuando se persigue a los que destacan, cuando se odia la excelencia y se prefiere el sectarismo sumiso, el resultado no puede ser otro. En sexto lugar, abandoné la izquierda porque carece de mensaje que vaya más allá de la opresión de los demás. Por más que se esfuerce en presentarse como un frente de progreso, la verdad es que la Historia ha derrotado en toda línea a la izquierda. Dejó de manifiesto con la caída del Muro de Berlín y la disolución de la URSS que el socialismo real había sido una pesadilla más que un sueño, y los jirones que aún persisten de ese sistema –Cuba, Corea del Norte, etc.– constituyen muestras patéticas de tiranías cruentas y agónicas.Por si fuera poco, el mismo mensaje de la socialdemocracia ha demostrado su fracaso para solucionar problemas y, por el contrario, ha dejado de manifiesto que sus efectos perversos son múltiples y dañinos.Ayuna de éxitos, la izquierda sólo tiene dos caminos. O bien se derechiza para salvar a los Estados de las consecuencias nefastas de las políticas de izquierdas, o bien se entrega a la defensa de las rancias políticas de ayer acentuando el elemento opresor mediante el trato de favor a lobbies no representativos pero feroces y agresivos. El primer caso es el de la política de Tony Blair, que sobre el papel es de izquierdas pero que, en realidad, constituye un ejemplo de que la izquierda sólo puede esperar hacer algo sensato y de provecho si gobierna con las recetas de la derecha. El segundo caso es el de ZP en España. Incapaces de conservar los logros de los gobiernos del PP y carentes de escrúpulos, ZP y sus adláteres lo mismo defienden dictaduras como la cubana o la venezolana, que propugnan la imagen de la Segunda República española creada por la Komitern de Stalin, que se arrodillan ante los programas delirantes del feminismo radical –que es más que dudoso que represente a las mujeres– o del lobby gay, que, con toda seguridad, no representa a los homosexuales. El resultado de esa esterilidad política, social y ética es volcarse cada vez más en políticas que tan sólo buscan oprimir a los demás indicándoles lo que pueden hacer, lo que deben pensar, lo que han de sentir, lo que han de comer, en qué tienen que emplear su tiempo libre e incluso cuándo y cómo tienen que morir, y, como en todas las tiranías, la satisfacción de los tiranos se sustenta en la opresión de los tiranizados.Al fin y a la postre, de acuerdo a la ortodoxia de la izquierda, la sociedad se ve dividida en tres grandes grupos: la Nomenklatura, que nos dice todo lo que hemos de hacer, decir y pensar; los grupos minoritarios y escasamente representativos a los que la Nomenklatura favorece –porque los ve como aliados naturales– mediante subvenciones y prebendas y, por último, los que con nuestro trabajo y nuestros impuestos mantenemos a una Nomenklatura que nos oprime.Al fin y a la postre, la izquierda acaba instaurando una dictadura sutil en Occidente –brutal en el resto del mundo–, donde la libertad, la excelencia, el saber, la justicia y la belleza se ven sustituidas por la tiranía, la estupidez, la ignorancia, la injusticia y la zafiedad. Obsérvense determinados gobiernos y dígaseme que no es cierto y, sobre todo, que no son razones más que sobradas para abandonar la izquierda, a menos que uno desee formar parte de la dorada Nomenklatura que decide lo que los demás deben hacer, decir y pensar, mientras ella vive del fruto del trabajo de los otros.A estas seis razones de carácter general para abandonar la izquierda desearía añadir una séptima de carácter más personal. Abandoné la izquierda, y resultó decisivo en mi caso, porque soy cristiano. Es cierto que durante años pensé –y estaba profundamente equivocado– que los valores de la izquierda eran algo así como una visión laica de los valores propugnados por el cristianismo. Pensaba yo –y erraba gravemente– que las palabras justicia, libertad o dignidad tenían el mismo significado. La realidad es que no se corresponden ni por aproximación. De la misma manera que el Jesús del Código Da Vinci sólo tiene en común con el de los Evangelios la colocación de las letras del nombre. Conceptos como los de justicia, libertad, dignidad o vida son diametralmente opuestos en la formulación de la Biblia y en la de la izquierda. Entrar en un examen detallado de la cuestión podría ser objeto de un ensayo, pero, obviamente, desborda la finalidad de estas páginas. Basta, sin embargo, ver cómo los denominados cristianos de izquierdas acaban siendo mucho más de izquierdas que cristianos, o cuáles son las posiciones de la izquierda sobre la vida o la familia, para percatarse de que entre ambas cosmovisiones se despliega un abismo tan insalvable como el que separaba a los réprobos del Hades de los bienaventurados del seno de Abraham en el Evangelio. Una persona que, de verdad y de corazón, ame las enseñanzas de Jesús no encaja con una visión del mundo que pretende controlar al ser humano desde antes de nacer –para facilitar su eliminación– hasta su muerte –para despenalizar su eliminación–, ni tampoco con discursos que pretenden encerrar a los creyentes en sus lugares de culto, o que pasan por alto la naturaleza humana, o la mera realidad, a la hora de pensar en las tareas de gobierno.Dicho lo anterior, personalmente estoy convencido, como ya he indicado, de que la izquierda no tiene mensaje tras el fracaso del socialismo y sólo le queda la esencia tiránica que ha contaminado su andadura desde su nacimiento, a finales del siglo XVIII.Dado que no vamos –¡demos gracias a Dios!– hacia la dictadura del proletariado ni es previsible que el socialismo real se mantenga en pie mucho más allá de la muerte de Fidel Castro, la izquierda sólo puede ofrecer un mensaje achatado, obtuso, de tiranía y control, de totalitarismo y entontecimiento creciente de las masas que, como criticaba Juvenal, sólo ansíen pan y circo y para ello estén dispuestas a aceptar la vileza y la animalización. Pero ésa es una razón adicional bien poderosa para abandonarla.Sin duda, en el seno de la izquierda existen personas de buena fe que están convencidas de que se hallan en el mejor lugar para ayudar al prójimo. Es posible que tarden en salir de esa equivocación años, y sólo Dios sabe el daño que habrán podido causar a los que desean ayudar durante ese tiempo. Pero a esas personas que, de corazón, desean ayudar a los demás, y no buscarse un pesebre a costa del sudor de los demás, se les podría decir lo mismo que el autor del Apocalipsis gritaba a la gente decente que aún se hallaba en las garras de Babilonia la grande, la prostituta, roja y borracha con la sangre de los santos y de los inocentes: "Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados ni recibáis parte de sus plagas" (Apocalipsis 18, 4).


miércoles, 26 de noviembre de 2008

Bono, la lectura de la Constitución y otras tontas discusiones patrias.


Según informaba el diario ABC, la idea de José Bono, presidente de la Cámara, de llenar el Congreso de cantantes, deportistas, artistas... para leer la Constitución el día 5 de Diciembre junto a niños seleccionados de diversos institutos de la Comunidad Autónoma de Madrid, ha sido suspendida por "problemas organizativos", o lo que es lo mismo, ha sido tumbada por la Mesa de la Cámara, aludiendo diversos parlamentarios que los famosos encargados de leer la Carta Magna no representan a la totalidad del conjunto de españoles. Ejemplos son los siguoentes: ¿Por qué la tienen que leer los presidentes del Real Madrid o del F.C. Barcelona y no sus homólogos del Athletic de Bilbao o del Deportivo de la Coruña?¿Por qué leera Nadal y no otro tenista?¿Por qué leera Contador y no otro ciclista?Y así un sinfín de interrogantes similares que no reproduciré.

La verdad es que estas trabas efectuadas entre interrogaciones me parecen de gran bajeza asociativa e intelectual, pero ¡ojo!, no pretendo enfrentarme con nadie solo porque ésta propuesta no le represente, sino porque cuando Nadal juega la final de Wimbledon... ¡no la jugamos todos los españoles!Cuando la Selección Española juega un partido, juegan once españoles que nos representan, y así sucesivamente. En mi opinión, me parece que en el Congreso de los Diputados ya se discute por discutir, y alguien debería concienciarles de que no están allí para eso, y mucho menos se les ha dado la confianza del voto para eso, sino para defender los intereses de los españoles desde una postura u otra, más a la izquierdao más a la derecha pero siempre con el centro como punto de inflexión. Y seguramente gran parte de ustedes me darán la razón con éste tema. No nos podemos tirar piedras a nuestro propia tejado cuando está amaneciendo, porque a ojos internacionales es ahí cuando se hace el ridículo, y más con temas tan insignificantes como éstos o como el de la madre Marvillas, la nueva santa de moda, ahora que está de moda decir que está de moda -sino que se lo pregunten a la lideresa y al exaltado Pablo Casado- .

España es un país complejo. Lo ha sido siempre a lo largo de su Historia, y me temo que lo seguirá siendo. Pero es lo que realmente nos hace auténticos. Es lo que tenemos en el carácter. No sé si será bueno o malo, positivo o negativo, pero la verdad es que casi siempre, que no siempre, hemos sido una gran Nación, generalmente con unos presidentes y reyes nefastos, pero con un pueblo sufrido, trabajador y orgulloso. En esto, seguramente, también me den la razón.

martes, 4 de noviembre de 2008

El cambio del negro o del panameño.

Hoy las masas -como los comunistas definían en su argot socio-político al conjunto de la población- acudirán a votar en los Estados Unidos de América. Se prevee una gran participación, es más, los datos apuntan a una participación record, lo hemos podido constatar en los medios de comunicación, lo que nos puede hacer sentir orgullosos a los que nos denominamos demócratas. Hoy es el tiempo del cambio. Y el cambio vendrá orquetado por Obama o por McCain. Ninguno de los dos, ni McCain, apostará por la continuidad de la política perpetrada por la Administración Bush de los últimos ochos años, sin duda el peor comandante en jefe que ha dormido en la Casa Blanca en la historia reciente norteamericana. El balance final de la política de Goerge W. Bush es penoso, porque nunca supo a que atenerse ni que defender, amparando su ignorancia en la supuesta lucha divina contra los fundamentalistas islámicos.El republicano dejará a su sucesor un país plagado de déficit que tardará en remontar el vuelo y un sistema finaciero -seguramente el más importante del mundo- herido de muerte y cuya sangre se pasea por Wall Street rompiendo los últimos reductos del sueño americano. Su próxima parada será la Isla de Ellis.
McCain a estas horas se encuentra en su búnker de Phoenix, Arizona, el estado del Gran Cañón, paseando el máuser como seguramente lo paseaba por el Vietnam. Obama seguramente esté pensando que con él de Presidente de la primera nación del mundo se acabarán todos los prejuicios raciales que quiso borrar el yankee Lincoln, aquel barbudo honrado de Kentucky cuyo sueño vió el final en el teatro de Ford, despertando bruscamente de él bajo la bala de John Wilkes Booth. Estaba viendo un drama.
Pero, ¿cuál es la esencia de éste día?. Parecerá exagerado, pero es que el mundo elige presidente. No, no votamos todos, vota una nación orgullosa,impredecible, luchadora. Votan aquellos descendientes de irlandeses, ingleses, africanos, latinos, italianos, españoles que antes de llegar a Manhattan pasaron por la isla de Ellis -menos los africanos que pasaron de sus chozas a la bodega de una galera- . Y yo creo que mi afirmación es cierta. El inquilino que pase los próximos cuatro años en el 1600 de la Avenida de Pensylvannia, indirectamente o no, regirá los destinos mundiales de occidente.
Respecto a la participación récord, es admirable la cantidad de gente que mueve Obama. Es bueno para él éste índice, porque en mi opinión esa gente que nunca va a votar seguramente vote por él. No quiero sacar mi faceta de analista político, porque puedo quedar en evidencia, además de que nunca he sido un buen adivino, pero ésta vez si que tengo la intuición de que el abogado negro de Illinois ganará las elecciones frente al condecorado de Vietnam y a la fundamentalista de Alaska. Por mí, que la señorita Palin se vaya a Alaska, se monte en un helicóptero y empiece a disparar a lobos o a todo bicho viviente sin darle el alto. Será una imágen digna de incluir en la cinta de "Apocalypse Now". Y es que la puritana Palin, más que ser un fuerte punto de apoyo para McCain como todos opinábamos al principio, no ha sido más que un lastre para la campaña del viejo senador de Arizona. Sus comentarios acerca de la guerra de Irak o sobre Rusia han hecho temblar a medio mundo sólo de imaginar a esta señora con un poco de poder.
Por último, decir que unas imágenes que ví en un mitin de Obama recientemente me ablandaron el corazón. Una viejecita, de unos ochenta años, llorando al ver por fin que un negro puede ocupar el Ala Oeste. Esas lágrimas no tienes precio, porque esas lágrimas seguramente se escaparon mejillas abajo cuando a esa viejecita, de niña, no podía sentarse en el autobús, ni ir a la escuela, ni pasear por la calle sin que el típico vaquero o coronel sureño americano la llamase "puta negra".
Obama, por esa viejecita, por los millones de vejaciones que sufrísteis y sufrís, por la gente que creemos enel cambio y en que ése cambio lo reflejas tú, por favor, gana las elecciones, y cuando en España amanezca y yo me conecte a éste ordenador dentro de unos días, lea que ya no es un sueño y dentro de años, de muchos años, si Dios quiere, pueda decir a mis nietos que yo tenía diecinueve años cuando el primer hombre de raza negra llegó a la Casa Blanca.
Ayer fue Rosa Parks en el autobús de Montgomery, ayer fue Martin Luther King en su discurso en Washington. Desgraciadamente, ellos ya no están para verte. Ten por seguro que desde algún lugar te estarán observando junto a tu abuela Madelyn y sonreirán por ver lo que han conseguido mediante la lucha. Obama, mañana serás tú en las urnas.

lunes, 3 de noviembre de 2008

El Presidente del Gobierno de España se reune hoy en Madrid con el Presidente de la Comisión Europea.

Parece que, tras las declaraciones y opiniones -discutibles, pero que no dejan de ser opiniones- de la Reina, hemos tenido un fin de semana movido. He seguido todo esto desde mi exilio voluntario de todos los fines de semana en un pequeño pueblo madrileño colindante con la provincia de Toledo, acción que llevo repitiendo desde hace ya varios años. Pero hoy, leyendo la prensa nacional por Internet -otro de mis muchos hobbies mañaneros-, y más concretamente el diario "Ya" me he decantado por esta noticia:


El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se reunirá hoy con el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, en La Moncloa para preparar la cumbre extraordinaria de jefes de Estado y de Gobierno de la UE que se celebrará el 7 de noviembre centrada en la crisis financiera y la conferencia internacional que tendrá lugar una semana más tarde en Washington con la participación de los países del G-20.
Además, según informó el portavoz de Barroso, Amadeu Altafaj, ambos discutirán sobre la crisis financiera internacional y sobre el impacto sobre la economía real.
El presidente de la Comisión ha dicho que España debería participar en la cumbre de Washington por "su dimensión económica y financiera", aunque ha dejado claro que la responsabilidad de las invitaciones "es de quien organiza la reunión", es decir, de Estados Unidos.
Durante su visita a Madrid, Durao Barroso dará también un discurso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas con motivo de la presentación del libro 'Europa: una historia en imágenes' del historiador Miguel Artola.


Fuente: Diario "Ya", Redacción Madrid
3 de Noviembre de 2008.

Me podréis llamar optimista, e incluso iluso, pero yo, personalmente, creo que España tendrá su sillón en la Cumbre de Washington. La verdad es que toda la Nación se lo merece, ya que somos un país orgulloso en el carácter y seguramente uno de los países que mayor desarrollo económico haya experimentado en los últimos cincuenta años. Sencillamente, por los trabajadores de ayer, de hoy y de mañana nos lo merecemos. Nos lo llevamos mereciendo cincuenta años.

miércoles, 29 de octubre de 2008

El socialismo del siglo XXI

Aquí reproduzco íntegramente un artículo, publicado hoy en El País que me ha llamado bastante la atención. Es un artículo esclarecedor analiza la situación económica actual desde el punto de vista de ciertas naciones. Espero que les guste y que de este modo comenten puntos con lo cuales ustedes están de acuerdo así como con los que estén en desacuerdo. En mi opinión no tiene desperdicio y me muestro de acuerdo con la mayor parte de los puntos.

Un cordial saludo. Alberto .

" A la espera de la refundación del capitalismo prometida por el presidente francés Nicolas Sarkozy, cabe hacer un primer balance político de la hecatombe, no ya de ganadores y perdedores, porque todos pierden, pero más y de forma distinta que otros.
El primero perdedor catastrófico es el presidente George W. Bush, que recoge ahora la siembra económica, no sólo propia, sino que se arrastra desde Reagan en los ochenta, presidente que siempre fue su icono particular. Y eso que las advertencias estaban ahí; un ciclón que devastó Nueva Orleans, desprotegida de un Estado que no había considerado necesario el mantenimiento de sus diques; o en Reino Unido, un sistema ferroviario privatizado que probablemente es el peor de Europa, como legado de la señora Thatcher, tory e inspiradora del neolaborista Tony Blair. El eterno debato entre la presunta eficacia, pero egoísta, de la iniciativa privada y la garantía de una cierta justicia, pero sin calidad asegurada, del servicio público se ha saldado hoy rotundamente a favor de la segunda. Y esa refundación, innecesaria porque siempre ha tenido un santo patrón -J.M. Keynes-, en lo único en lo que puede consistir es en el regreso del Estado, no como paréntesis, sino como uno de los principales derechos humanos.
Perdedor también debería ser el presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, que tiene la mala suerte de gobernar cuando se produce una gravísima quiebra de la prosperidad nacional. Carlos Solchaga dijo hace tiempo que los españoles "habían sufrido un ataque de riqueza", y el despertar de lo que algunos podrán temer que sólo haya sido un sueño es tan duro que alguien tiene que pagarlo. Pero el líder del PSOE, incansable en la maniobra, si logra meterse en ese abarrotado G y pico de Washington, habrá ya inicado el contraataque.
Perdedores muy matizados tendrían que ser los responsables chinos y rusos, Hu Jintao y ese Jano al que podríamos llamar Put-vedev, porque ambos poseen reservas billonarias para capear la crisis; y también en ese paquete, pero con menos defensa, estaría el Irán de Ahmadineyad, aquejado de inflación galopante y ruinosos subsidios al consumo. El caso en Venezuela es contradictorio porque, al igual que Lula en Brasil, se beneficia del agujero pavoroso que se le ha abierto en América Latina del neoliberalismo norteamericano, pero como señala "The Economist", por cada 10 dólares que baja el rudo, Cracas deja de ingresar 5.000 millones al año y por debajo de los 75 dólares el barril -ronda los 60- no alcanza para sostener el ritmo de importaciones, ni mucho menos financiar la protesta panamericana.
Las elecciones municipales y a gobernadores del próximo día 23 nos dirán cuánto han afectado a Chávez la necesidad de apretarse el cinturón. Perdedores aparentemente claros son Álvaro Uribe en Colombia y Alan Gracía en Perú. El primero porque como no gane el republicano McCain perderá en lo político lo que ya está perdiendo en lo económico: la inversión extranjera; y el segundo porque presentado su país como la anti-Venezuela, el paraíso de los capitales en busca de mercado, parece difícil que pueda sostener el 8% o 9% de crecimiento de los últimos años. Contrariamente a la sabiduría convencional que situaba a las economías emergentes medio resguardadas de una crisis sólo para mayores, América Latina sufrirá lo suyo, como ya simboliza Argentina, la economía tantas veces emergida y sumergida de nuevo, que tiene que naionalizar el ahorro privado como si fueran los gananciales del matrimonio Fernández-Kirchner.
Para Sarko, como buen francés gran acuñador de palabras, la crisis no hará sino devolverle a su verdadera nacionalidad. El presunto liberal a la americana de su primer año de mandato ha dado paso a la social democracia corporativo-galicana de toda la vida. Y sobre el premier británico Gordon Brown aunque le haya venido Dios a ver con una hecatombe que le ha permitido sacar pecho y pedir que abran paso a los profesionales, dentro de un año nadie se acordará de ésta su finest-hour. El estado natural de las cosas seguramente es el sistema capitalista: la búsqueda de beneficio personal sin miramientos, mientras que el socialismo es una impostura del instinto, que en ocasiones se fabrica, avergonzado, el ser humano. Pero ese grado mínimo de socialismo que por sí solo encarna la existenia de un Estado democrático interventor es todo lo que separa a la sociedad de la selva. Ése es el socialismo del siglo XXI.

Fuente: El País, 29 de Octubre de 2008
"El socialismo del siglo XXI"
M.Á. Bastenier, articulista de El País, Le Monde
o The Irish Times entre otros.